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5 hábitos saludables podrían reducir 80% de los infartos

La alimentación saludable, junto con hábitos de vida de bajo riesgo y ausencia de adiposidad abdominal puede prevenir la gran mayoría de episodios de infarto de miocardio en hombres.

Alimentación y hábitos de vida de bajo riesgo en la prevención primaria del infarto de miocardio en hombres

Resumen

El objetivo de este estudio fue analizar el beneficio de la alimentación y los hábitos de vida saludables sobre la incidencia del infarto de miocardio (IM) en hombres. Se efectuó un seguimiento de 11 años a una cohorte de 20721 hombres de 45-79 años.

Las conductas de bajo riesgo fueron:

  1. Alimentación saludable
  2. Consumo de alcohol moderado
  3. Actividad física
  4. Ausencia de tabaquismo
  5. Ausencia de adiposidad abdominal.

Durante ese tiempo se comprobaron 1361 casos nuevos de IM. La combinación de conductas saludables sólo presente en el 1% de los hombres, pudo prevenir el 79% de los episodios de IM.


Introducción

La incidencia y la mortalidad de la enfermedad coronaria (EC) disminuyeron en muchas regiones del mundo, pero la carga de enfermedad aún es grande. Aunque los tratamientos farmacológicos para el descenso de los lípidos y de la hipertensión son eficaces para disminuir los episodios coronarios, la observancia de hábitos de vida saludables sigue teniendo un impacto notable. En contraste con los tratamientos farmacológicos, las estrategias no farmacológicas para contribuir a la prevención de la EC no tienen el riesgo de efectos colaterales.

Para la incidencia de EC, hasta el 77% - 82% de los episodios se atribuyeron a la falta de observancia de hábitos de vida de bajo riesgo, que para las mujeres consisten en 5 opciones saludables. En los hombres de los EEUU, el riesgo atribuible correspondiente fue del 62%, y del 57% entre los que recibían medicamentos para la hipertensión o la hipercolesterolemia.

En este trabajo se estudió el beneficio de combinar alimentación y hábitos de vida saludables sobre la incidencia del infarto de miocardio (IM) en una gran cohorte prospectiva de hombres suecos sanos.

Se estimó la carga de EC que podría haber sido evitada si todos los hombres hubieran cumplido con una dieta saludable, consumo de alcohol moderado, actividad física, supresión del tabaquismo y hubieran evitado la adiposidad abdominal. Se efectuó un análisis aparte de los hombres con hipertensión e hipercolesterolemia.


Métodos

En 1997, todos los hombres nacidos entre 1918 y 1952 residentes en dos provincias de Suecia central recibieron un cuestionario que incluía 350 preguntas sobre su alimentación y otros factores de sus hábitos de vida (la tasa de respuestas fue del 49%). Esta gran cohorte es representativa de los hombres suecos de 45 a 79 años en cuanto a la distribución por edad, el nivel educativo y la prevalencia de sobrepeso.

Tras la exclusión de los que tenían antecedentes de enfermedades que podrían haber causado cambios en la alimentación y los hábitos de vida, quedaron 20721 hombres para el estudio. Se efectuó un análisis aparte de 7139 hombres con hipertensión e hipercolesterolemia.

Evaluación de los factores alimentarios de hábitos de vida

La alimentación se evaluó mediante un cuestionario semicuantitativo autoadministrado, con preguntas sobre 96 alimentos (Food Frecuency Questionnare). La alimentación saludable se identificó según la Puntuación de alimentos recomendados (PAR) (Recommended Food Score), ideada en 2000 por Kant et al. como una manera sencilla de definir la calidad de la alimentación separando los alimentos saludables de los menos saludables, sobre la base de los conocimientos actuales y las recomendaciones alimentarias.

La PAR es un excelente factor pronóstico de mortalidad e incluye los alimentos con efecto favorable sobre la salud cardiovascular, como frutas, verduras, legumbres, frutas secas, lácteos descremados, granos enteros y pescado. Se asignó una puntuación de 1 (hasta un máximo de 25) para ≥ 1 porción por semana de cualquiera de 3 productos lácteos descremados, pan crocante y pan integral, mientras que para los restantes alimentos la frecuencia de consumo fue por lo menos 1 - 3 veces por mes.

Se consideró que aquéllos con puntuación en el quintilo más alto (puntuación 23 - 25) tenían una alimentación saludable variada (alimentación de bajo riesgo). En un análisis post hoc, sólo el quintilo superior se asoció con disminución estadísticamente significativa del riesgo de IM. La puntuación de alimentos no recomendados (Non-Recommended Food Score) se basó sobre 21 alimentos, entre ellos las carnes rojas procesadas, las papas fritas, las grasas sólidas, el queso no descremado, el pan blanco y los cereales refinados y diversos alimentos dulces.

El grupo de bajo riesgo con respecto al alcohol comprendió los hombres que consumían cantidades moderadas de alcohol (10 - 30 g/día).

Se consideraron el tabaquismo, la actividad física y la adiposidad abdominal como los tres principales factores de bajo riesgo no alimentarios modificables. Se consideró que la actividad física de bajo riesgo CV incluía tanto actividad física como caminata y ciclismo diarios y un ejercicio semanal más vigoroso.

De esta manera, el grupo de bajo riesgo estuvo compuesto por hombres que no fumaban, que caminaban o practicaban ciclismo durante por lo menos 40 min/día y hacían ejercicio más vigoroso por lo menos 1 hora por semana y tenían una circunferencia abdominal <95 cm.


Resultados

Durante una media de 11 años, se comprobaron 1361 casos nuevos de IM. Globalmente, fue más probable que los hombres con alimentación de bajo riesgo tuvieran mayor nivel educativo, no fumaran y no vivieran solos.

Cada factor de los hábitos de vida se asoció inversamente y, tras el ajuste mutuo, para los otros elementos del perfil de bajo riesgo, independientemente del riesgo de episodios coronarios.

Esta disminución del riesgo correspondió al 18% para la alimentación saludable, al 11% para el consumo de alcohol moderado, al 36% para la ausencia de tabaquismo, al 3% para la actividad físicay al 12% para una circunferencia abdominal normal.

En total, el 8,7% de los hombres combinaron la alimentación de bajo riesgo con el consumo moderado de alcohol. La media de su consumo diario fue de 5 porciones de verduras y frutas, 4 de granos enteros (o de salvado) y el consumo semanal de 2,2 porciones de pescado.

La mediana de consumo de alcohol en este grupo fue de 17 g/día. En relación con el grupo de alto riesgo, que no cumplió los criterios de ninguno de los 5 factores de la alimentación de bajo riesgo ni de los hábitos de vida, esta conducta alimentaria y de consumo moderado de se asoció con una reducción del riesgo de IM del 35%.

En el análisis final, los autores investigaron el efecto combinado de todas las prácticas de bajo riesgo. 
 
El perfil final completo de bajo riesgo, con los 5 factores, cumplido por el 1% de la población del estudio, se asoció con un 86% menos de riesgo de IM que el grupo de alto riesgo sin factores de bajo riesgo.

El riesgo atribuible poblacional estimado para el perfil completo de bajo riesgo en relación con los restantes hombres de la población del estudio fue del 79%. Esto sugiere que 4 de 5 episodios coronarios podrían haber sido evitados si todos los hombres hubieran observado conductas de bajo riesgo.

En otro análisis se evaluó la asociación entre las conductas de bajo riesgo y el riesgo de IM entre 7139 hombres con hipertensión e hipercolesterolemia al inicio del estudio con 765 nuevos casos comprobados de IM.

Las tasas de incidencia estandarizadas para la edad y los índices de riesgo descendieron al agregar cada factor de bajo riesgo. La diferencia de tasas absoluta entre ningún factor de riesgo versus 5 factores de bajo riesgo fue de 778 casos por 100000 años-persona, similar a la de hombres sin hipertensión ni hipercolesterolemia.


Discusión

En este estudio de cohortes prospectivo de hombres sanos, se observó que la alimentación de bajo riesgo junto con el consumo moderado de bebidas alcohólicas se asoció con el 35% de reducción del riesgo de IM primario en relación con hombres del grupo de alto riesgo (i.e., hombres que no tenían ninguno de los 5 factores de bajo riesgo).

Los hombres que combinaron esta alimentación de bajo riesgo y el consumo moderado de alcohol con hábitos de vida de bajo riesgo (no fumar, actividad física y evitación de la adiposidad abdominal) tuvieron un riesgo 86% menor. El efecto favorable de combinar la alimentación, los hábitos de vida y un peso corporal saludable puede prevenir aproximadamente hasta 4 de 5 casos de IM en esta población sana. El descenso de los riesgos con el mayor cumplimiento de conductas de bajo riesgo se observó también en hombres con hipertensión e hipercolesterolemia.

En esta cohorte de hombres sin antecedentes de enfermedad cardiovascular (ECV), hipertensión, hipercolesterolemia o diabetes al inicio del estudio, la reducción observada en la incidencia de IM asociada con alimentación saludable junto con el consumo moderado de alcohol fue similar a la de un estudio español reciente que analizó la dieta mediterránea, complementada con aceite de oliva o frutos secos. En el 29% de pacientes sin ECV, pero con alto riesgo cardiovascular, la dieta mediterránea combinada disminuyó significativamente el riesgo de ECV en relación con una dieta control.

Al contrario de los alimentos saludables, el consumo de alcohol no se puede recomendar sin reservas para reducir la ECV. Aunque su consumo moderado puede proteger de la ECV, el abuso de alcohol es uno de los 3 factores de riesgo más importantes de la carga global de todas las enfermedades.

Riesgos atribuibles poblacionales similares se observaron en mujeres estadounidenses (82%) y suecas (77%), así como en hombres de los EEUU (62%). En el presente estudio, sólo el 1% de la población integró el grupo de bajo riesgo. Recientemente se observó muy baja frecuencia (0,1% - 2%) de “salud cardiovascular ideal,” según la definición de la American Heart Association en las muestras nacionales de ese país.

Esta definición incluyó 4 (excluyó el alcohol) de 5 opciones de hábitos de bajo riesgo junto con cifras favorables de colesterol total, glucosa en ayunas y presión arterial. Programas dirigidos a los hombres para aumentar la proporción de los que adoptan conductas de bajo riesgo podrían ser de gran impacto sobre la carga de enfermedad.

Es de gran importancia que estos hábitos de vida sean modificables y los cambios prospectivos de hábitos de alto riesgo a otros de bajo riesgo se asociaron con disminución del 27% de la incidencia de ECV. Es, sin embargo evidente que una prevención amplia sólo se podrá alcanzar inhibiendo el inicio y el establecimiento de cualquier conducta de alto riesgo y asegurándose de que las conductas de bajo riesgo ideales se introduzcan tempranamente y continúen durante toda la vida.

Conclusiones

Este estudio indica que una alimentación saludable, junto con hábitos de vida de bajo riesgo y ausencia de adiposidad abdominal pueden prevenir la gran mayoría de episodios de infarto de miocardio en hombres

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